26 de julio de 2017

Las puertas del Averno


Son las cuatro de la tarde. Hace un sol de justicia. Caminas despacito por la exigua sombra, muy pegado a las fachadas y los escaparates. Y entonces, a través de unos filtros gigantes, de repente te llega una ráfaga de aire caliente que sale de las bodegas de un supermercado. Es un chorro tórrido y total: de los pies a la cabeza. Sientes cómo se te nubla la vista y te falta el oxígeno, pero no ha pasado ni un segundo y ya estás a salvo.

"¿Serán cabrones?", protestas. Pero en seguida se te olvida: no llamas al ayuntamiento, ni orinas en el filtro, ni entras con el rostro desencajado en el establecimiento rebosando sentido cívico, y repitiendo "podría haber sucedido una desgracia". No. No haces nada. Sigues andando y te olvidas. Por eso mismo mañana mismo te volverá a suceder.

A partir de ahora, espero que ese intempestivo impacto calorífico vaya acompañado de un recuerdo a esta entrada del blog y una medio sonrisa. Rescataremos así esos brevísimos instantes de asfixia y turbación, haciéndolos jugar a nuestro favor. Como cuando pisas un adoquín suelto un día de lluvia.

1 comentario:

Pablo dijo...

10argumentos tienes q egcuchar a Los suaves - siempre igual!! Sigues andando y la olvidas