19 de abril de 2020
Migas de pan
Desde hace ya unos años, cuando leo algo que me gusta en un libro, aquí y allá, dejo doblada la esquina de la página. Es como dejar miguitas de pan que me recuerden por dónde puedo volver sobre mis pasos, y disfrutar otra vez con esos pasajes tremendos, interesantes, divertidos.
La mayoría de las veces, sin embargo, mientras doblo la página soy plenamente consciente de que nunca volveré a leer ese pasaje, porque casi nunca releo libros. Así, cada página doblada -junto con un vago recuerdo dulce, y una incierta pista para un más incierto futuro lector- se convierte también en un memento mori un poco melancólico: un diminuto ademán de despedida agradecida a una idea, un personaje o una descripción a los que para siempre dejo atrás.
Las páginas que he doblado son hoy mi diseminado cementerio de pasajes olvidados que me hubiera gustado recordar. Me consuela pensar que -aunque nunca volveré sobre las mismos-, misteriosamente se han convertido en parte de lo que soy.
Igual cuando llegue al cielo -si Dios quiere-, en un riconcito preparado para mí, junto a una buena butaca, me estará esperando una biblioteca bien nutrida, con libros con páginas dobladas, aquí y allá, con los que podré entretenerme a ratos, cuando no tenga otro plan.
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