Mañana Vytas se vuelve a Lituania, después de seis años aquí. Entre los abrazos y despedidas, me ha emocionado especialmente la de Billy, un chino poco inclinado al sentimentalismo que comparte con Vytas la pasión por el baloncesto. Con una ancha sonrisa, mientras le daba tres golpecitos en el hombro, le ha dicho: "nos vemos en el próximo partido". Y ya está.
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Hoy también he ido a presentarme a MB, una catedrática amiga de un amigo que puede ser un buen enganche para volver a Roma en alguna otra ocasión. Me ha atendido de maravilla. Hemos tomado un agua con gas en una sala de estudio muy bonita del Instituto Sturzo, con unos frescos preciosos aunque algo dañados, muy en sintonía con el ambiente entre noble y decadente del barrio de Ripeta.
Se había leído mi artículo, lo traía subrayado y me lo ha criticado con una ancha sonrisa. Me ha dedicado más de una hora, en la que hemos charlado de muchas cosas, entre otras de la verdadera jerarquía de la Iglesia, la jerarquía de la santidad. Mientras hablábamos han pasado a despedirse de ella dos o tres colegas y el conserje. Todos sonreían mucho, como en el show de Truman pero de verdad.
Me ha parecido una mujer amable, profunda, cercana y simpática. Vamos, que ella sola, en una hora, me ha reconciliado con Italia. Yo también he sonreído mucho al despedirme, aunque también me ha dado un poco de pena.