25 de septiembre de 2022

Jimmy

 

De vez en cuando como en casa de P. A veces nos acompaña su mujer o algún otro amigo. El otro martes éramos media docena. Un filósofo italiano. Un señor valencianoparlante que tiene una empresa de puertas industriales. Un ex-seminarista. Y Jimmy, un argentino vestido de negro, con ambos brazos tatuados hasta las muñecas -frankenstein y un especie de muñeco diabólico, nada de capillas sixtinas ni letras chinas al uso- y unos orificios en los lóbulos de las orejas por los que cabía un dedo pulgar. Del pie.  

Al preguntarle de qué conocía a P., Jimmy me contó que hacía unos meses, recién llegado a España, le había comprado "la heladera" -la nevera, me aclaró- en Wallapop. Cuando subió con su mujer a verla, P. insistió en que se quedaran a tomar un café y unas pastas. Y desde entonces de vez en cuando quedan, ellos dos o con las familias.

No sé qué hubiera hecho yo con Jimmy y señora si hubieran subido a mi cocina a por la heladera. Bueno, creo que sí que lo sé. Y también sé que me hubiera perdido su divertido humor porteño, su sabia conversación futbolera y un dulce de leche que llevó para el postre que estaba lisa y llanamente cojonudo.

P. tiene olfato, el tío.


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