3 de septiembre de 2023

Justicia divina

 

Antes no me pasaba: cuando leía algo bien escrito disfrutaba. Pues bien, desde hace unas semanas mi vocación frustrada de escritor ha empezado a interponerse entre los libros y yo, de modo que cuando leo algo chulo siento envidia por no escribir tan bien, por no haberlo escrito yo. Y secretamente me maldigo por carecer de la determinación y la constancia para convertirme en escritor.

A lo mejor la crisis de los 40 es esto. Asistir a la evaporación de futuribles en los que no has invertido demasiado, mientras constatas que otras personas -los muy perros- sí que los han hecho realidad.

Julián Marías decía que uno de los premios del cielo consistirá en desarrollar las trayectorias vitales a las que uno ha renunciado aquí abajo por pura falta de tiempo o necesidad. Pues ojalá. A ver si san Pedro me va preparando un rinconcito silencioso y un teclado allí arriba para escribir mis novelas, y un pool de lectores inteligentes que devoren mis libros con entusiasmo, como tiene que ser. Y ya puestos que a otros les prepare manualacos de Tecnos gordos y aburridos, formularios, tarimas y pizarras, para que se fastidien explicando Derecho Administrativo a las ánimas del purgatorio durante una buena temporada, y así aprendan lo que es bueno y que no todo en la vida en sentarse a escribir cosas maravillosas e ir por ahí dando envidia a los demás.

Porque Dios es misericordioso, pero también tiene que ser justo. Así al menos es como lo veo yo.

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