29 de junio de 2025

El acto administrativo como forma de supervivencia

 

Tomando café con B., comentábamos con tono apocalíptico que entre la (pseudo) IA, los apagones, las pandemias y la amenaza nuclear quizá lo más sensato era retirarnos tierra adentro y dedicarnos a la agricultura y la ganadería de subsistencia en un pueblo de Teruel, alejados del ruido mundanal.

- De todas formas, yo lo tengo difícil -comenté-, porque a día de hoy no sé distinguir una tomatera de una lechuga. 

- No te preocupes -terció con una sonrisa B., quitando hierro a mi ignorancia-. En esas sociedades se vive del trueque, con lo tú aportarás unas cosas en las que estés especializado y recibirás las demás.

- ¿Piensas que podré intercambiar clases de Derecho administrativo por comida?

- No sé. A lo mejor sí que deberías preocuparte.

Terminamos el café en silencio, mirando pensativos el fondo de nuestras tazas.

Elogio de las virtudes minúsculas

 


Elogio de las virtudes minúsculas, Siruela, 2025.

Marina van Zuylen 

“Elogio de las virtudes minúsculas” es una apología del conformismo en un mundo obsesionado con el éxito. El subtítulo del libro, “la excelencia en clave menor”, ilustra bien su contenido, que bien podría resumirse en el refrán que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.

De la mano de diferentes escritores –con citas que, personalmente, no me han resultado demasiado iluminadoras-, la autora propone la “vida suficiente” como ideal de felicidad. Para ser feliz y llevar una vida significativa, dice van Zuylen, es importante no caer en el síndrome de lo insuficiente, que siempre está buscando el reconocimiento de los demás y se olvida de saborear las pequeñas cosas de cada día.

Para vivir en esa vida suficiente la autora recomienda diferentes actitudes: abandonar las comparaciones con los demás, que son camino para la ansiedad y el postureo; suspender el juicio para no encasillar al prójimo en categorías y jerarquías que solo tienen en cuenta las apariencias; esforzarse por alcanzar la propia excelencia en lo que hacemos, independientemente de la opinión ajena; abandonar la querencia por las grandes palabras y los gestos heroicos, tan propios de adolescentes idealistas, y conformarse con los pequeños placeres y mejoras a nuestro alcance; o aceptar las limitaciones e imperfecciones humanas (nuestras y de los demás), frente a un perfeccionismo que nos agota e impone a los otros expectativas desaforadas.

Para la autora, la aspiración a la vida suficiente, el justo medio y la mediocridad positiva, lejos de ser una excusa para la tibieza y la comodidad, constituye una vía sabia para saborear los matices de la existencia y vivir nuestra vida en plenitud, buscando una excelencia discreta y asequible, sin perseguir unos aplausos externos y algo huecos que nos dejan vacíos y agotados.

La tesis del libro me ha convencido, y creo que brinda una buena oportunidad para reflexionar sobre el justo equilibrio entre conformismo e inconformismo en el que asentar nuestras aspiraciones.

Aquí dejo algunas citas

P. 15. Ser admitidos en las mejores escuelas, obtener un primer premio o una licenciatura con honores, son asuntos que monopolizan nuestra atención, y eclipsan todo lo demás. Yo quiero rescatar lo suficiente de su condición recesiva.

31. Aurea mediocritas: áureo territorio intermedio que marcaba distancias respecto a los excesos y tachaba de ilusorio todo lo que no fuera animado por el espíritu de la proporción y la mesura.

37. la media áurea, o el áureo camino intermedio, parecía más bien una excusa para aquellos que no se esforzaban lo suficiente.

39. Para muchos, aspirar al justo medio equivaldría a docilidad y falta de coraje. Tanto existencial como pedagógicamente, la rebeldía, qué duda cabe, es mucho más excitante. Si uno intenta enseñar moderación y criterios de aceptación a sus parientes más jóvenes encontrará ante sí una mirada que se irá helando por momentos. Ícaro no obedeció el consejo de su padre de “no volar demasiado alto ni demasiado bajo”.

p. 62. El éxito nunca es suficiente. Algunos sufren el síndrome de lo insuficiente. Para ellos, lo suficiente huele a resignación, algo que se entromete en su pasión y su potencial.

40. Permanecer en un segundo plano o representar un papel secundario no es la opción más deseada por la mayoría.

p. 53. Mi mayor fuente de insatisfacción procede de comparar mis capacidades y limitaciones personales con la apreciación general de lo que constituye el éxito. Vivimos bajo el síndrome de lo insuficiente.

55. Para Bernhand la cuestión se dirime en todo o nada. Si no puede llegar a ser el mejor pianista del mundo, entonces no le queda otra que renunciar al piano; mucho mejor eso que ser un pianista promedio. La vía media es lo que más odioso resulta.

58-59. Critica la envenenada competitividad. Dice que es mejor buscar una excelencia ajena a los vaivenes del reconocimiento público; a la ansiosa espera por recibir las opiniones del mundo.

66. Si (…) todos ansiamos el reconocimiento en una piscina muy limitada, entonces nuestro éxito dependerá por lo general del fracaso de otros. Para que alguien sea un genio otro tiene que ser corriente. En cualquier comunidad es imposible no saber a las claras quién está en la cima y qué lugar ocupamos en la jerarquía.

69. habla de una “preocupación morbosa por la grandeza”.

p. 71, Negra agudeza de Gore Vidal: Cada vez que un amigo tiene éxito, yo muero un poco más.

75. Entre los conceptos ganador y perdedor, la autora reivindica el concepto de “mediocridad positiva”.

91. Los éxitos externos pueden suprimir las sombras y texturas de los triunfos privados y las victorias invisibles, que siempre son mucho más discretas.

99. Dividimos el mundo entre ganadores y perdedores, y enturbiamos nuestro sentido de lo suficiente cuando priorizamos nuestra atención a los resultados sensibles más que al proceso en sí.

122. La tarea minuciosa y el cuidado por el detalle son componentes fundamentales de la creatividad.

142. Invita a renunciar al ego que tiende a dominar y a comparar; a mantenerse al margen de la esfera competitiva; a no preocuparse del estatus propio ni del de los demás.

148. Landau achaca a los perfeccionistas que no vean lo que de valioso hay también en lo imperfecto.

159. No juzgar ni encasillar a los demás. Reconozcamos al menos que solo podemos captar los fragmentos más pequeños de las infinitas posibilidades contenidas en el otro. La manera más sencilla de entender esta perogrullada pasa por imaginarnos a nosotros mismos, con todo cuanto hemos disfrutado y aguantado, todo cuanto hemos leído, mejor o peor, todo lo que hemos amado y odiado, reducidos a la más simplificadora de las categorías.

166. Orwell estaba firmemente convencido de que los engañosos absolutos enarbolados por tantos ardorosos revolucionarios eran mucho menos valiosos que las relatividades insatisfactorias de la vida cotidiana. Algunos hemos sido víctimas de esos gestos ostentosos. Lo espectacular nos seduce porque se confunde muy fácilmente con aquello que creemos desear.

167. Para amar a otra persona es preciso abandonar los ideales perfectos que nos hemos formado.  (…) Implica el rechazo enérgico de cualquier exhibición gratuita de heroísmo. (…) La derrota, la aceptación de la derrota, supone un sobrio recordatorio de que todo perfeccionismo no es sino un impedimento para conocer la belleza de la disonancia. Sin derrotas, sin compromiso, aplastamos a nuestras amistades bajo el peso de nuestras exigencias, construimos castillos en el aire mientras descuidamos el techo que se agrieta sobre nuestras cabezas. Todo cuanto se muestra frágil, al borde mismo de venirse abajo, señala algo real, algo que puede ser trabajado, hecho y desecho: exactamente lo opuesto de esa dureza que hay en el tirano de las ideologías.

186. es el esfuerzo en pos de una meta, más que su cumplimiento, lo que les convierte en lo que son. Cumplir o no nuestras metas es casi siempre una cuestión de pura suerte. Pero es la manera en que las alcanzamos lo que define quiénes somos.

197. Insatisfacción y crecimiento persona. Es muy desalentador que Montaigne te diga que la satisfacción puede ser el indicio de una mente limitada. No voy a negar que de vez en cuando he exagerado mi sentido de contento para justificar una cierta apatía. ¿Pero no podemos ver las cosas de otra manera? ¿No puede uno estar satisfecho y al mismo tiempo perseguir una meta? Uno sigue buscando, pero en lugar de verse impulsado por un espíritu competitivo lo que le mueve es la convicción, el deseo de entender más y más, aunque sea a paso de tortuga, y aunque nadie más repare en ello.

199. Critica las grandes palabras del asceta, citando al autor de un libro. Disfrutando también se cambia el mundo. La mejor forma de la piedad es disfrutar… cuanto se puede. Entonces estará usted haciendo lo mejor para lograr que la tierra siga siendo un planeta agradable. Y el placer se difunde. No es posible cuidar el mundo en su totalidad, pero eso es lo que sucede cuando alguien disfruta… en arte o en cualquier cosa.

212. Me inspiran el deseo de renunciar a las imposturas, los gestos para la galería, y todo ese pesado y superfluo boato del que echo mano para enmascararme.

221. Los mayores talentos son invisibles a menudo, y con harta frecuenta los pasamos por alto.

232. El potencial se convierte en una perversa alternativa de la realidad, el ojo que todo lo ve y que solo recoge nuestros fracasos y nuestros desencantos.

240. Spinoza nos incita a desarrollar y pulir nuestros talentos, pero no para que debamos convertirlos en logros ante los demás. Lo que nos dice es que debemos cuidarlos hasta que alcancen el nivel de la distinción personal.

243. Una de las consecuencias de mi conversión a la vida suficiente fue que me hizo mucho más tolerante hacia todas esas cosas que no estaba en mis manos cambiar. 

21 de junio de 2025

La lucha por la diversidad y la salud mental exige sacrificio


Me invitaron a dar una clase en una universidad. Al terminar pasé por el baño. En los espejos había unas pegatinas grandes de muchos colores con estos dos mensajes: "Eres único, somos diversos" y "Cuídate, tu salud mental importa". O algo del estilo. Fui a lavarme las manos pero en ninguno de los dispensadores quedaba jabón.

Se conoce que la promoción de la diversidad y la salud mental centran los esfuerzos de esa comunidad educativa. Menos mal que la pegatina del medio ambiente todavía no la han puesto, porque los recortes en otros conceptos podrían ser dramáticos.

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Al hilo de lo anterior, nos equivocaríamos si lo redujéramos a una mera anécdota. Llevamos ya mucho tiempo centrados en eslóganes y carteles, fotitos chulis y likes, al tiempo que desatendemos casi todo lo demás. Nadie quiere reponer jabón en los baños porque es aburrido y no mola. Mientras que diseñar pegatinas de colores e ir pegándolas por ahí nos hace sentirnos "social justice warriors" situados el lado correcto de la historia. Lo que pasa es que los seres humanos necesitamos jabón, sábanas limpias y comida caliente mucho más que pegatinas y eslóganes molones, que a los cincuenta años no abrigan. 

Pensando en las pegatinas de los baños he recordado las aldeas Potemkin, construcciones de cartón piedra animadas por figurantes que decoraban el paisaje ruso al paso de Catalina II, para ser desmontadas una vez la emperatriz las había contemplado. 

14 de junio de 2025

Las cosas como son

 

Hablé, departí, peroré durante casi una hora sobre un asunto de calado. Entre muchas ideas y giros sugerentes, de mi propia cosecha y decantación, dediqué siete segundos a citar dos versos de un poema de Jiménez Lozano. Trece palabras.

Al terminar la sesión se me acercó sonriendo A., hombre cultivado e inteligente. Adoptando una pose modesta me preparé para una felicitación cordial, mientras me preguntaba cuál de mis reflexiones le habría interpelado más.

"¡Qué poema el de Jiménez Lozano!", me dijo emocionado. "Uno de mis favoritos". Y se fue.

Me quedé plantado, rompiendo en pequeños trocitos el guion de mi charla y riéndome de mí mismo. A. es un hombre cultivado e inteligente.

Epifanía en el monte

 

Hace unas semanas fui a dar un paseo por la Sierra Calderona con dos antiguos alumnos, A. y N. Nos acompañó J., amigo de A. que dejó a medias sus estudios y trabaja de operario en una fábrica de cartón. Me pareció una persona alegre y un punto simple.

Hablando de todo un poco en la cumbre del Pico Espadán, salió en la conversación un colega de otro departamento, a quien también habían tenido de profesor. No estaban demasiado satisfechos con la experiencia, no recuerdo por qué.

- Pues el tío es un máquina -comenté yo-. Publica muchísimo y está avanzando como un cohete en la carrera académica. Vamos, que es un achiever, un triunfador. 

- No lo pillo -terció J. mientras daba un mordisco a su manzana-. ¿Para qué quiere triunfar un profesor? ¿No se trata de que triunfen sus alumnos?

Bajé de la montaña pensando que quizá ni J. era tan simple ni yo tan espabilado ni mi colega el achiever un buen profesor.

8 de junio de 2025

The slow professor


The Slow Professor. Challenging the culture of speed in the Academy

Maggie Berg y Barbara K. Seeber

Se trata de un breve ensayo (apenas 100 páginas) sobre el trabajo de los profesores de universidad, en el que se reivindica un paso más lento a la hora de afrontar sus principales tareas: docente, investigadora y social. Me ha gustado bastante, porque concuerdo con muchas de sus preocupaciones y propuestas.

Las autoras ofrecen el ensayo como una reacción a la progresiva aceleración del trabajo universitario, entorno en el que cunde la sensación de que hay poco tiempo y es imposible llegar a todo. Este agobio generalizado, esta carrera por los resultados tangibles (publicaciones, patentes, citas), este mostrarse siempre ocupado y con una dosis de estrés, tiene muy buena prensa. Pero quizá no sean las actitudes más acordes con un buen trabajo universitario, ya que la docencia, la investigación y las relaciones académicas precisan de tiempo, paciencia y serenidad. De un tempo relajado para madurar.

Aunque son conscientes de que en la desaceleración deben jugar un papel importante las autoridades políticas y académicas, las autoras dirigen su ensayo a los profesores individuales, invitándoles a la resistencia individual.

El libro consta de cuatro capítulos.

El primero contiene un análisis y una crítica de la aceleración académica, cada vez más pendiente de los resultados y las métricas que del proceso de educarse y educar. Para las autoras, a pesar de todo su prestigio, estas prisas por obtener resultados rápidos y cuantificables casan mal con el objetivo de la universidad, que no es otro que pensar y enseñar a pensar de forma crítica y creativa. El análisis y la crítica van seguidos de una invitación a abrazar la contracultura de la lentitud: a hacer menos cosas y a hacerlas mejor, sin agobios, disfrutando del camino, con creatividad.

El segundo capítulo aborda la docencia. Su principal idea es que la emoción y el gusto por enseñar y aprender juegan un papel esencial en el aprendizaje, lo que invita al docente a no ignorar dichas facetas afectivas de su trabajo. Las autoras destacan que hay una estrecha relación entre cómo se sienten y cómo piensan los estudiantes, y que las emociones positivas amplían su capacidad de atención y de cognición. El aprendizaje es una tarea también afectiva. Por ello tiene sentido reunir a las personas en un aula, contratar a un profesor de carne y hueso, acompasar las explicaciones a los intereses y experiencias vitales de los alumnos. Entre los consejos prácticos que se ofrecen, destaco dos: comenzar la clase parado en el centro de la tarima, haciendo una especie de paradinha para recoger la atención; y emplear el sentido del humor, más consistente en no tomarse a uno mismo demasiado en serio que en contar chistes graciosos. También recomienda el recurso a la narración, lo que habrá que explorar.

El tercer capítulo del libro se titula “Investigar y entender”. De manera implícita, su título condensa muy bien su contenido. Las autoras constatan que el lenguaje universitario ha asumido la jerga de la productividad: investigación, publicaciones, eficacia, resultados, baremos, puntos, etc. Si asumimos dicho lenguaje difícilmente escaparemos de la lógica mercantil y crematística. Para abrazar la slow life académica resulta conveniente reivindicar otro lenguaje, en que primen términos como estudio, comprensión, reflexión, diálogo, etc. En esta línea, invitan a resistir la presión de ir más rápido (publish or perish), dando entrada en nuestra investigación a la curiosidad, la contemplación, el disfrute y la complejidad. Esta forma de investigar nos da tiempo para nosotros mismos y para los demás. Junto con ello, nos libera de la comparación constante con los demás, al tiempo que propicia la pluralidad de perfiles académicos. No tenemos que estar todos subiendo lo más rápidamente posible los mismos peldaños de los mismos baremos, para publicar el mismo tipo de artículos en las mismas revistas. Sino que, idealmente, cada uno debería seguir su intuición y su curiosidad, avanzando por el camino investigador que más atractivo le resulte y al ritmo que mejor le convenga, sin compararse constantemente con los demás.

En el cuarto capítulo se habla de las relaciones entre docentes, amenazadas por el estrés y las prisas. En un contexto hiperacelerado y obsesionado con la productividad nadie tiene tiempo para el otro, salvo, claro está, que el otro tenga algo útil que ofrecer. Las autoras reivindican la construcción de comunidad en los departamentos, lo que se hace dedicando tiempo a los demás, compartiendo inquietudes e investigaciones, arriesgándose a preocuparse por sus cosas personales. Las autoras explican con acierto que la alegría y la satisfacción profesionales no son conceptos individualistas, sino que se construyen siempre con los demás.

En conclusión, el libro me ha gustado mucho, tanto en su diagnóstico como en sus sugerencias, varias de las cuales me propongo incorporar. Además, contiene abundante bibliografía sobre el quehacer universitario, que me vendrá fenomenal para profundizar en estas materias.

 

A continuación copio algunos comentarios y citas más deslavazados.

Introducción

p. 6. Justifican por qué se van a centrar en el nivel individual, diciendo que es el nivel de la resistencia.

Our focus on the personal might seem solipsistic in the current climate, but we see individual practices as the site of resistance.

p. 7. Muchos profesores manifiestan estrés, y muchos de ellos coinciden en el mismo motivo: la falta de tiempo.

8. Ha cambiado la narrativa de la erudición por la empresarial.

Market categories of productivity, efficiency, and competitive achievement, not intelligence or erudition, already drive… the academic world.

Capítulo 1. Gestión del tiempo y “atemporalidad”.

Este capítulo invita a resistir la tentación de pasarse el día corriendo, quejándose del poco tiempo que tenemos y obsesionados con la productividad académica.

Describe un problema universal: la supuesta falta de tiempo en la Universidad para llegar a todo. Dicen que el objetivo de la universidad debería ser pensar de forma crítica y creativa, lo que a veces no concuerda bien con las prisas por obtener resultados rápidos y cuantificables. Señalan que en la universidad, como en muchos otros entornos, mostrarse muy ocupado tiene prestigio (display of busyness). Frente a eso, sugieren la contracultura de lo lento, ser escépticos con todo lo que suene a productividad rápida.

Critican las estrategias para optimizar al máximo el tiempo, sosteniendo que tienden a generar ansiedad. Quien todo el tiempo mide su tiempo como un bien escasísimo termina obsesionándose con su ausencia.

Invitan a dedicar a las cosas el tiempo que haga falta. Eso promueve la creatividad, el pensamiento original y, como un bonus, la alegría (joy). Así se trabaja de manera más centrada, imaginativa y con calidad.

El mayor obstáculo para trabajar de forma original y creativa es precisamente el estrés de tener demasiadas cosas que hacer.

Entre los consejos que ofrecen, me gusta uno: hacer menos cosas. Y citan a un autor que dice: gestionar bien el tiempo no es esforzarse por meter cuantas más cosas mejor en nuestro horario, sino esforzarse por eliminarlas, de forma que tengamos tiempo de hacer lo importante bien hecho y con el mínimo estrés. Me gusta (pp. 29-30).

También subrayan la importancia de trabajar con un cierto espíritu de juego (playfulness), para ser creativos. E invitan a cambiar la forma que tenemos de hablar sobre el tiempo, siempre en tono quejoso sobre el poco que tenemos. Hablar de cuánto tiempo tenemos. “Plenty-of-time joy is no more wrong tan not-enough-time nightmare” (p. 32).

Dicen que entre las finalidades de la universidad están: “to think, to engage knowledge critically, to make judgementes, to assume responsibility for what it means to know something, and to understand the consequences of such knowledge for the world at large”. Citando a otros.

Capítulo 2. Pedagogía y placer.

Destaca cómo la emoción y el gusto por enseñar y aprender juegan un papel esencial en el aprendizaje, e invitan a fomentar el placer de enseñar y aprender durante las clases.

p. 34. El placer en el aula –de dar clase, de aprender- es el principal predictor de cuándo va a enseñarse.

Hay una estrecha relación entre cómo se sienten y cómo piensan los estudiantes. Las emociones positivas amplían su capacidad de atención y de cognición.

Presentan el concepto de aprendizaje afectivo. 38. Me gusta esta idea: si aprender fuera un proceso puramente cognitivo, no tendría sentido reunir a la gente en un aula. Aprender tiene una dimensión social, están implicados los sentimientos y actitudes de los demás. Eso se contagia y afecta al propio proceso.

Habla del gusto por enseñar, que nace de la capacidad de encontrar un sentido positivo a lo que se hace.

En las páginas 42 y ss. la autora da algunos consejos: olvidarse de uno mismo; pararse al empezar la clase, quieto en el centro de la tarima; respirar con calma; ser divertido; escuchar de verdad a los alumnos. Entre otras cosas, apunta la idea de enseñar contando historias, despertando la imaginación de los estudiantes.

En relación con el humor, dice que no se trata de contar chistes, sino más bien no tomarse a uno mismo demasiado en serio.

A la hora de poner notas, pensar sistemas útiles y entretenidos para los estudiantes. Los estudiantes aprenden en función de lo que hacen en el curso, no en función de lo que nosotros sabemos. Si podemos guiar el curso hacia aquello que a los estudiantes les interesa aprenderán mucho más (ojo a mis escenarios y ejemplos).

Capítulo 3. Investigar y entender

Se prima la “investigación de frontera” y aplicable frente al estudio reflexivo (reflective inquiry). Se persigue lo cuantificable, aplicado y provechoso (explotable).

El pensamiento reflexivo y creativo requiere tiempo, y las rutinas investigadores bajo la presión del publish or perish a veces no dejan ese tiempo.

Invitan a cambiar nuestra forma de hablar, priorizando palabras como comprensión, reflexión, docencia sobre investigación, publicación, resultados, etc. Dicen que es una batalla un poco quijotesca, pero que merece la pena emprender. Personalmente, siempre he preferido la palabra estudio a la palabra investigación. Podemos elegir cómo hablamos de nuestro trabajo académico, qué palabras empleamos.

p. 64. En relación con la forma de hablar, dice que terminamos pensando tal y como hablamos. Peinsan que hemos sobrevalorado nuestra capacidad de ser inmunes a las formas de hablar. Pero no. El lenguaje que usamos nos conforma de manera invisible e inevitable. Por eso hay que ser muy cuidados en la selección de las palabras que usamos.

Invitan a resistir la presión de ir más rápido, dando entrada en nuestra investigación a la curiosidad, la contemplación, el disfrute y la complejidad. Esta forma de investigar evita una “homogeneización” de los perfiles académicos.

Pensar sobre el tiempo en términos de relaciones, con nosotros mismos y con los demás. Si vas más despacio tienes más tiempo para ti y más tiempo para el otro, para los demás.

Ir más despacio tiene que ver con dejar espacio a los demás. Intentar cambiar el acento del producto final (el libro, el artículo, la presentación) al proceso de desarrollo de nuestra comprensión.

En el capítulo (no me ha gustado) habla de que el afán productivista es algo neoliberal y machista. No han podido resistirse, qué le vamos a hacer.

Aunque resulta una evidencia, y así lo dicen, no hay que olvidar que el buen trabajo lleva tiempo. GOOD WORK TAKES TIME.

P. 67. Invitan a dedicar tiempo a leer cosas que “no tenemos necesariamente” que leer.

69. Para mantener nuestra alegría y la calidad de nuestra carrera, debemos resistir la tentación de compararnos con los demás, valorando la variedad de trayectorias académicas (we need to resist the temptation to measure our output against that of others and we need to embrace the variety of scholarly trajectories”.

Capítulo 4. Colegialidad y comunidad.

Se refiere a las relaciones con los demás en el ámbito académico.

Las autoras diagnostican una progresiva erosión de las relaciones académicas: todos estamos muy ocupados para dedicar tiempo a los demás; y tiende a verse a los otros desde una perspectiva instrumental. Dejar de ver a los demás como “molestias” u “oportunidades”.

Invitan a estar “fully present” en las interacciones con los demás, evitando la huida que nos brinda la tecnología digital. Y a acudir a seminarios, reuniones, conferencias, etc.

Atención: la satisfacción por el propio trabajo se construye también en términos afectivos. Estar bien y contento es algo que sucede en el marco de relaciones, entre personas.

Entre los consejos prácticos que ofrece al final del capítulo, destaco dos: risk candour, es decir, tener el valor de pensar en los demás y preocuparse de los demás; y “no perder la esperanza”, sabiendo que las culturas del departamento pueden cambiar.

Conclusión

La filosofía SLOW no se opone tanto a la velocidad como a la distracción. Es una cultura de la atención sobre la distracción.