9 de abril de 2022

Pon un interiorista en tu vida

 

 

El trabajo de interiorista está infravalorado. Pienso que si les diéramos una oportunidad en muchos espacios –desde oficinas hasta autobuses municipales, desde hogares hasta clínicas- nuestras vidas serían más significativas. No es lo mismo vivir en un espacio feo o simplemente funcional que en uno bonito, puesto con gusto.

Hace años pude hacer voluntariado en países del Tercer Mundo, de la mano de una española –María Luisa Castillo-, que dedicó su vida a los más pobres. Recuerdo que una tarde, paseando entre unas casas que había conseguido construir para damnificados del huracán Mitch, me señaló la ventana de una de ellas, en la que había un tiesto con geranios. “Esa familia ha salido de la miseria”, me comentó sonriendo. Y añadió: “Cuando una familia pinta su puerta o pone unas flores en una cornisa está haciendo algo pequeño, pero trascendental. Ya no se limitan a sobrevivir, sino que viven. En mis años en Nicaragua he aprendido que lo estético, lo superfluo, es absolutamente necesario para llevar una vida digna”.

Pues bien, si decorar bien los espacios que habitamos o poner unas flores en una ventana es importante, todavía lo es más cuidar nuestro espacio interior, que también tiene su mobiliario. Todos somos interioristas de nuestra alma, y cada día decidimos cómo la queremos decorar.

Lo bueno es que, a diferencia de los físicos, los muebles “espirituales” de calidad no son caros. De hecho, cuestan lo mismo que los muebles cutres: tiempo. Se tarda lo mismo en escuchar una canción de reggaetton que un nocturno de Chopin; en ver un programa de La Resistencia que un documental de History Channel; en ver Fast and Furious que Cinema Paradiso.

La sociedad de masas y la cultura pop nos ofrecen un tsunami de contenidos low-cost. Son atractivos, frescos y atrayentes. Reality shows. Deporte. Farándula. Explosiones. Pornografía. Son contenidos que entretienen –te llenan el espacio-, pero que dejan fría el alma. Muebles de chamarilero.

Ahora bien, también tenemos al alcance de la mano, a un clic, un universo de contenidos apasionantes. Música fabulosa. Historias emocionantes. Conferencias interesantísimas. Obras de arte preciosas. Un sinfín de libros inteligentes, profundos, divertidos, con los que dialogar con los vivos y los muertos. Es un mobiliario top, de alta gama. Y está casi pagado. Solo hay que estirar el brazo –dedicar algo de tiempo- y echarlo al carro. Una auténtica fiesta, el sueño de cualquier decorador.

Lástima que el trabajo de interiorista -sobre todo, del alma- esté tan infravalorado.

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