Pensativos. Zena Hitz. (Lost in thought. Princeton University Press. 2020).
Últimamente,
cuando leo ensayos, tiendo a aburrirme. Antes también. Con el último que he
leído, Pensativos (Zena Hitz) he tenido la impresión de me podrían haber contado
lo mismo en cuarenta páginas, o en una entrevista de 45 minutos en YouTube. Me
hubiera ahorrado tiempo y me habría salido gratis. Igual por eso han preferido
sacar el libro, claro.
En cualquier
caso, supongo que el hecho de dedicar cinco o seis horas a leer el libro tiene
sus ventajas, ya que al menos estás callado y en silencio reflexionando sobre
un asunto. Pero eso no quita que la molla del libro pudiera haberse resumido en
algo más breve.
Lo mejor del
ensayo, en mi opinión, es el prólogo, en el que la autora resume su trayectoria
personal en relación con el aprendizaje. La trayectoria puede resumirse así: “aprendí
por gusto y con curiosidad desde pequeña; luego aprendí para ganar prestigio,
frotarme el mentón con aires de sabionda y escalar en la universidad;
finalmente, descubrí que el aprendizaje tiene valor en sí mismo,
independientemente de los frotamientos y otras cosas útiles que podamos
conseguir con él (éxito, prestigio, dinero)”.
La tesis del
libro consiste precisamente en esto: en una apología de la vida intelectual y
del amor al aprendizaje más allá de la utilidad práctica que puedan tener.
En este sentido, Hitz afirma: “intellectual work is a form
of loving service at least as important as cooking, cleaning, or raising children;
as essential as the provision of shelter, safety, or health care; as valuable
as the delivery of necessary goods and services; as crucial as the
administration of justice”. No me
digáis que no es bonito. El problema es que tan bella cita está en la página
23, y todavía quedan 182 hasta el final. Empezar fuerte está bien, hay que
enganchar a la peña; pero si luego no hay traca final la gente se va a casa con
un regusto a decepción.
En resumen: un
ensayo que resume una trayectoria interesante y propone una idea buena, bella y
verdadera. Pero que, en mi opinión, se extiende mucho más de lo necesario. Está
visto que con algo hay que ocupar el tiempo.
Aquí copio otras
citas:
p. 48. HACEN
FALTA MODELOS en tiempos de crisis.
Under the circumstances, a brilliant philosophical argument –even
if I could make one- would be useless. Likewise, a thorough historical
diagnosis (…) might make us wiser, but ir will not restore our lost spark. It
is images and models that we need: attractive fantasies to set us in a certain
direction and to draw us on, reminders of who we once were and who or what we
might be. Only then will the romance return.
P. 83. PENSAR O
ESTAR CON GENTE. En la página 83, hablando del filósofo francés Yves
Simon, dice: “He saw that his apparently extraordinary set of circumstances was
something in fact very ordinary: the tension always and everywhere found
between thinking and social life”. Ahí
queda eso. La autora presenta muchos ejemplos de personas que desarrollan su
visión de la vida o su sentido de misión en momentos de aislamiento y dolor, en
los que su vida social está muy reducida (Gramsci, Malcom X, la virgen María y
algún otro).
p. 98. PARA TENER
VIDA INTELECTUAL HAY QUE ESFORZARSE. Es una putada. I’ve already
suggested that asceticism –sacrifice and suffering for the sake of some good-
is fundamental to our dignity. We have many desires, impulses and concerns. Not
all of them are as good or as wholesome as any other. Moreover, the less good,
the selfish, the banal, the superficial, and even the cruel are the easier
goals to follow. We drift toward them without trying, by default. To be driven
by a desire to understand, to see, to learn, to wonder takes determination and
work, or the good fortune of an externally imposed deprivation. VAMOS, QUE
SOMOS TONTOS POR DEFECTO.
P. 144. CON
AGUSTÍN, CONTRAPONE CURIOSITAS A STUDIOSITAS, y propone como modelo la virtud
de la seriedad frente a la superficialidad. But we know by now that the
person governed by curiositas is more like one addicted to violent video games,
and we might guess that the serious person is one who, like Agustine,
restlessly pushes for the better, the truer, the more profound. Y la chavala
sigue: I understand the virtue of seriousness to be a desire to seek out what
is most important, to get to the bottom of things, to stay focused on what
matters. Whereas the lover of spectacle skims over the surfaces of things and
is satisfied with mere images and feelings, the serious person looks for
depths, reaches for more, longs for reality. To be serious is to ponder one’s
dissatisfactions, to discern better from worse, the possible from the
impossible. A serious person wants what is best and most true for himself or
herself.